Dos viajes, dos secuestros y una (sola) noticia
El pasado 1 de abril era secuestrado en República Democrática de Congo (RDC) el ciudadano español MS por rebeldes de la etnia enyele. Rápidamente los medios de comunicación se hicieron eco de la «noticia» bajo titulares del tipo «Médico español secuestrado en Congo», «El médico español secuestrado se encuentra bien». Incluso pudimos enterarnos que MS, además de que era efectivamente médico y español, tenía familia, estaba muy unido a África,… El titular ocupó varios días los medios escritos y las televisiones, movilizó recursos diplomáticos y evocó de nuevo en la ciudadanía ese imaginario africano, que dicta que todo lo que ocurre en ese continente está lejos de la civilización y muy cerca de la barbarie, la violencia,… Para quien no prestara mucha atención a los detalles -la mayoría sólo lee titulares- funcionaba el supuesto implícito de que el ciudadano MS, y médico, circulaba por «peligrosas zonas congoleñas» en calidad de cooperante. Ya se sabe, África (y en especial Congo) es un lugar peligroso, guerrillas tribales, ingobernabilidad, así pagan al que va a ayudar…
Casi a la vez, eran secuestrados ocho trabajadores de Cruz Roja en la región de Kivu Sur (RDC) como informa en su blog Twiga, la periodista Elia Varela. No merecieron ni un sólo titular. Ella se pregunta si lo habría merecido MS en el caso de no ser médico. Lo más grave del asunto es que MS no estaba en RDC como médico cooperante, sino de turista.
Mientras se desarrollaba este secuestro en RDC, Rashid y Ibrahim, jóvenes casi niños, senegalés y marroquí respectivamente eran detenidos e ingresados en los calabozos de una Comisaría de Policía de una ciudad española y setenta y dos horas después en un tenebroso Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). Eran maltratados, física y psicológicamente, y sometidos a vejaciones varias, por ser cuerpos, por ser negros y por estar en territorio de la Unión Europea «sin papeles», en aplicación de una legislación que dice pretender la protección de la inmigración legal y la lucha contra las mafias. El secuestro de Rashid e Ibrahim responde a otra ley, mucha más dura aún que la escrita, que no es otra que la de debilitar, invisibilizar, fragmentar y abaratar la fuerza de trabajo inmigrante: ley antigua descrita magistralmente por John Berger en «Un séptimo hombre» sobre la inmigración turca, española y portuguesa a Europa Central, o la narrada por Steinbeck en «Las uvas de la ira», recuperadas ambas por Eduardo Romero con maestría en varios de sus textos. Estos dos secuestros no tuvieron cabida en las noticias.
Pero el cierre de la historia, para mí, fue sobrecogedor. En las noticias de las 3 de la tarde del domingo 18 de abril en TVE-1 se informa que el médico MS ya fue liberado y se encuentra sano y salvo en Kenia. Y comparece, ante las cámaras desde los deliciosos jardines de la Embajada española en Nairobi, para declarar que «todo bien»,… «y que tiene que volver a ese sitio porque le fascinó». Hace falta mucha conciencia de superioridad europeo-occidental, mucha conciencia de derecho a poner el pie en cualquier territorio y comerse con la mirada a cualquier ser humano: la lógica neocolonial la encarna hoy -aunque no solo- el turista con todos los derechos, incluido el de que los medios del Estado le salven de las consecuencias de los riesgos en que haya incurrido. La fascinación del que se desplaza de norte a sur es un bien a proteger, la del que hace el viaje contrario ha de ser cortada de raíz.
(Nota: Los nombres de Rashid e Ibrahim son figurados, pero en 2009 hubo más de 13 mil Rashid o Ibrahim que tras seguir ese circuito fueron expulsados del Reino de España; no se sabe, quizá una cifra cinco o seis veces mayor, fue la de Rashids e Ibrahims que fueron detenidos.)