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¿Coincidencias? Algunas preguntas
Hace poco comentaba con mi sobrino, que se interesaba por Guinea Ecuatorial, la importancia estratégica del golfo de Guinea y, más en general, de África Occidental. El motivo fundamental: las enormes reservas petrolíferas que contiene.
Noticias recientes sobre ese área: 1) El Sahel es el nuevo centro de operaciones de Al-Qaeda; 2) Africa Occidental en el punto de mira de la DEA por el tráfico de drogas.
A uno se le ocurren algunas preguntas ante tanta coincidencia: ¿será necesario «concentrar» mucha maldad, cuyas formas más conocidas son el tráfico de drogas y el terrorismo, para justificar la actuación del AFRICOM en esa zona?¿Será necesario re-militarizar toda esa zona de África para garantizar que Estados Unidos, Reino Unido y Francia (y sus empresas) pueden seguir explotando los recursos naturales e impidiendo que los países de la zona accedan a la independencia real?
Mucha coicidencia que drogas y terrorismo se concentren de manera casual en el mismo interesante y estratégico lugar.
África no tiene historia
Si alguien siente alguna curiosidad por la historia del continente africano, en especial por la historia negroafricana, que se arme de paciencia para encontrar libros o manuales a su alcance. Si se acerca a una librería -acabo de recorrer las mejores de la ciudad- no se dirija a los estantes de «Historia», pues allí no encontrará nada; quizá se tope con algún título con la palabra «África» en las secciones llamadas «Antropología», o «Culturas» o «Globalización» (sic) y, por supuesto, también en «Viajes y Turismo». No correrá mucha mejor suerte con la literatura.
Esta situación no es casual, refleja con claridad el decreto firmado por las potencias europeas (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Portugal, Bélgica y, en menor medida, Italia y España) a partir de la colonización del siglo XIX y, en especial, del reparto del botín colonial en la Conferencia de Berlín (1884-85): África carecería de historia, sobre todo de historia previa a la colonización. Antes de la llegada de la empresa civilizatoria, África habría sido un territorio salvaje, exuberante, poblado por seres ¿humanos? de raza negra, atrasados, violentos, primitivos,… Y así el continente origen de la especie humana, capaz de desarrollar estructuras estatales y verdaderos imperios desde tiempos inmemoriales, con una enorme riqueza lingüística, cultural, artística y política es anulado de un plumazo y reducido a ese territorio donde solo ocurren catástrofes, hambre, violencia y guerras (y ésto lo dice la Europa que protagonizó las dos guerras mundiales del siglo XX).
Sin embargo, África tiene una interesante y desconocida historia, tanto previa a la colonización como de los movimientos emancipatorios de mediados del siglo pasado. La mayoría está en francés e inglés, pero algo empieza a estar accesible en español.
Dos viajes, dos secuestros y una (sola) noticia
El pasado 1 de abril era secuestrado en República Democrática de Congo (RDC) el ciudadano español MS por rebeldes de la etnia enyele. Rápidamente los medios de comunicación se hicieron eco de la «noticia» bajo titulares del tipo «Médico español secuestrado en Congo», «El médico español secuestrado se encuentra bien». Incluso pudimos enterarnos que MS, además de que era efectivamente médico y español, tenía familia, estaba muy unido a África,… El titular ocupó varios días los medios escritos y las televisiones, movilizó recursos diplomáticos y evocó de nuevo en la ciudadanía ese imaginario africano, que dicta que todo lo que ocurre en ese continente está lejos de la civilización y muy cerca de la barbarie, la violencia,… Para quien no prestara mucha atención a los detalles -la mayoría sólo lee titulares- funcionaba el supuesto implícito de que el ciudadano MS, y médico, circulaba por «peligrosas zonas congoleñas» en calidad de cooperante. Ya se sabe, África (y en especial Congo) es un lugar peligroso, guerrillas tribales, ingobernabilidad, así pagan al que va a ayudar…
Casi a la vez, eran secuestrados ocho trabajadores de Cruz Roja en la región de Kivu Sur (RDC) como informa en su blog Twiga, la periodista Elia Varela. No merecieron ni un sólo titular. Ella se pregunta si lo habría merecido MS en el caso de no ser médico. Lo más grave del asunto es que MS no estaba en RDC como médico cooperante, sino de turista.
Mientras se desarrollaba este secuestro en RDC, Rashid y Ibrahim, jóvenes casi niños, senegalés y marroquí respectivamente eran detenidos e ingresados en los calabozos de una Comisaría de Policía de una ciudad española y setenta y dos horas después en un tenebroso Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE). Eran maltratados, física y psicológicamente, y sometidos a vejaciones varias, por ser cuerpos, por ser negros y por estar en territorio de la Unión Europea «sin papeles», en aplicación de una legislación que dice pretender la protección de la inmigración legal y la lucha contra las mafias. El secuestro de Rashid e Ibrahim responde a otra ley, mucha más dura aún que la escrita, que no es otra que la de debilitar, invisibilizar, fragmentar y abaratar la fuerza de trabajo inmigrante: ley antigua descrita magistralmente por John Berger en «Un séptimo hombre» sobre la inmigración turca, española y portuguesa a Europa Central, o la narrada por Steinbeck en «Las uvas de la ira», recuperadas ambas por Eduardo Romero con maestría en varios de sus textos. Estos dos secuestros no tuvieron cabida en las noticias.
Pero el cierre de la historia, para mí, fue sobrecogedor. En las noticias de las 3 de la tarde del domingo 18 de abril en TVE-1 se informa que el médico MS ya fue liberado y se encuentra sano y salvo en Kenia. Y comparece, ante las cámaras desde los deliciosos jardines de la Embajada española en Nairobi, para declarar que «todo bien»,… «y que tiene que volver a ese sitio porque le fascinó». Hace falta mucha conciencia de superioridad europeo-occidental, mucha conciencia de derecho a poner el pie en cualquier territorio y comerse con la mirada a cualquier ser humano: la lógica neocolonial la encarna hoy -aunque no solo- el turista con todos los derechos, incluido el de que los medios del Estado le salven de las consecuencias de los riesgos en que haya incurrido. La fascinación del que se desplaza de norte a sur es un bien a proteger, la del que hace el viaje contrario ha de ser cortada de raíz.
(Nota: Los nombres de Rashid e Ibrahim son figurados, pero en 2009 hubo más de 13 mil Rashid o Ibrahim que tras seguir ese circuito fueron expulsados del Reino de España; no se sabe, quizá una cifra cinco o seis veces mayor, fue la de Rashids e Ibrahims que fueron detenidos.)
Mirando a África, de nuevo
Dos enlaces para acercarmos a esa realidad tan desconocida que es África, en especial la realidad negroafricana (y no subsahariana), más en concreto, su literatura:
1) Un breve repaso a la amplia producción literaria nigeriana (en parte adelantada en un post de hace unos días) muy desconocida en nuestro país, a pesar del Premio Nobel a Wole Soyinka en 1986: Breve repaso de la historia literaria de Nigeria, de Sumaila Isah Umaisha.
2) Dentro de una semana se cumplirá el segundo aniversario del trágico fallecimiento en accidente en Harare de uno de los grandes escritores kenianos (o keniatas o, como él decía, hijo de Kenia y Zimbabue que lo acogió en su exilio): Ngugi Wa Mirii.
Algo sobre Africa…
África continúa siendo el gran continente olvidado. Sólo aparece en los medios a propósito de alguna catástrofe, natural o provocada, o bien cuando al imperialismo le interesa destacar algún «hecho» y convertirlo en actualidad, es decir, en mercancía para consumo de occidentales. Quiero escribir sobre África en próximas entradas y tratar de contribuir al menos a acercar alguna de sus realidades y deshacer tópicos. Hoy sólo quiero citar algo de literatura africana. No soy experto, sólo quiero recomendar algún libro, no sobre África (los hay buenos, también, no podemos olvidar a Conrad) sino desde África. El primero de ellos, «Medio sol amarillo» de Chimamanda Ngozi Adichie (Mondadori, 2007) del que puede leerse una extraordinaria reseña crítica de Santiago Alba Rico en la revista Ladinamo. Chimamanda es una joven escritora nigeriana -vive entre Nigeria y EEUU- y en esta su segunda novela narra un período conflictivo de la historia de su país y de su pueblo: la corta independencia de Biafra y la guerra civil desatada por Nigeria contra el joven nuevo país (que sólo consigue el reconocimiento de aliados tan poco «recomendables» como Israel y la Sudáfrica del apartheid). Novela épica, comprometida, anticolonialista, de personajes colocados al límite.
En otra ocasión escribiré sobre el keniano Ngugi wa Thiong’o publicado en castellano por Txalaparta.
Y en un ámbito no literario, hay que citar un libro importante en el que con toda nitidez se narra la implicación del gobierno belga en el asesinato del primer jefe de gobierno democrático de Congo, Patrice Lumumba. Cuando se celebran los cincuenta años de las primeras independencias de países africanos es conveniente revisar el papel de las potencias imperialistas y de las antiguas metrópolis en el derrotero que tomaron los nuevos países. El libro es «El asesinato de Lumumba» de Ludo De Witte (Memoria Crítica, 2002).
Seguiré con África…